miércoles, 24 de octubre de 2012

La culpa

"¡El otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro.
El señor tiene razón: ¡la culpa de todo la tiene el otro!"
fragmento de un supuesto monólogo de Tato Bores

  La culpa es un tema enorme que quiero abordar desde un lado muy particular, ante la imposibilidad de hacerlo de manera general. En particular, quiero hablar de la culpa sobre hechos negativos, cómo suelen afrontarla las personas, y cómo creo que conviene hacerlo.
  Siempre traté de tener la misma postura con respecto a este tipo de culpa. Es una postura muy simple que dice lo siguiente: "si la culpa de algo es de otra persona, entonces no puedo hacer nada para cambiarlo. Por lo tanto, conviene que la culpa sea mía". Acepto que parece un poco masoquista, sin embargo, es una postura que ante todo busca el crecimiento individual.
  Culturalmente nos entrenan durante la vida para tratar de que la culpa sobre una determinada circunstancia negativa, nunca sea nuestra. Cuando pasa algo malo todo el mundo intenta buscar al culpable, que nunca es uno mismo. Se inventan miles de laberínticos motivos por los cuales la culpa queda totalmente fuera de nuestro ámbito.
  Es por esto que me gustaría proponer dos ideas que considero liberadoras.
  La primera, si bien tiene que ver con las críticas, considero que tiene una relación muy fuerte con la culpa. Después de todo, la crítica genera la culpa de que algo no esté bien hecho. Hecha esta aclaración, presento la idea: "solo se equivoca el que hace". Esto es muy importante para deshacernos de las miradas de aquellos que solo saben criticar. El que critica está siempre en una posición sumamente ventajosa sobre el criticado. Porque no importa qué hagamos, ni cómo lo hagamos, siempre, siempre, pero siempre, se puede hacer mejor. Siempre hay una arista criticable, o dos, o tres, o mil. Es imposible que hagamos algo perfecto. Mucha gente se ha dado cuenta de esto y ha decidido quedarse cómodamente sentada en el amplio sillón del "no hacer nada". Este sillón, como todo lo que es cómodo, no es más que una trampa para estancar a las voluntades débiles, que ven en el hecho de "no hacer nada" una ventaja fundamental: nunca serán criticados. Pero claro, si no hacen nada no pueden compararse al resto que sí hace. Es por eso que necesitan hacer algo que los equipare. Pasar a la acción es arriesgarse a la crítica. Pero criticar al resto para minimizar sus acciones, es seguro, y consiguen lo que quieren: equipararse con aquellos que sí hacen. Por este motivo, es muy importante ignorar a la gente que critica y que no hace nada. No ignorarla desde el punto de vista de no aceptar y evaluar la crítica, no. Ignorarla desde el punto de vista de no preocuparnos por estas críticas. De no alarmarnos por recibir críticas de cada cosa que hacemos. El Quijote lo supo poner en palabras muy simples: "ladran Sancho, señal que cabalgamos".
  La segunda está íntimamente relacionada con la humildad. Aceptemos que somos finitos y falibles todo el tiempo. Que nunca tendremos una idea perfecta, que nunca realizaremos una acción perfecta. Que todos los pasos que damos en la vida son perfectibles. Todos, absolutamente todos. Quitémonos el peso de tener que hacer las cosas bien, y aceptemos hacerlas lo mejor que podamos. Esto no quiere decir no esforzarse, no quiere decir no superarse, quiere decir, sencillamente, hacerlas a nuestra manera, con nuestras limitaciones, valorando nuestro esfuerzo por más que el resultado final diste de nuestros deseos. Recuerdo haber escuchado sobre un escritor que publicaba los libros para dejar de corregirlos. Este es un poco el espíritu de esta segunda idea, aprendamos a cerrar tareas aunque no nos queden perfectas. Una tarea hecha es siempre mejor que una tarea ausente. Una mejora pequeña es mejor que una mejora ausente. Algo es más que nada, por más que ese algo sea infinitesimal.
  Ahora cerremos este círculo. Inicié hablando de la culpa, y luego desvié hacia lo importante de no dejarnos avasallar por la crítica y lo importante de sabernos limitados. La culpa nace siempre de una de estas dos fuentes: darle demasiada importancia a la crítica, o bien, creer que pudimos haber hecho algo de mejor manera. No nos dejemos llevar por la verborragia ajena, ni por el peso propio de lo que pudo haber sido. Son dos trampas inconducentes que no nos aportan nada. Aprendamos a hacer, escuchar las críticas, tomarlas y mejorar. Aprendamos a no querer ser perfectos, a no querer, ni siquiera, ser buenos en algo. Eso no es importante. Lo importante no es las veces que caigamos, si no las veces que nos levantemos. El vencedor es el que se levanta una vez más de las que se cae, no el que no se cae. Y en última instancia, si vemos que ya no podemos levantarnos, por lo menos, quedémonos tranquilos de que hicimos algo por ser vencedores, y caímos por intentar. Esto siempre es mejor que no haber intentado nunca.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con tus reflexiones, creo a peor culpa se da tras eventos trágicos, el pensar todo lo que pudimos haber hecho y que no. Es ese sentir que se podría haber tenido incidencia sobre el destino y no hicimos lo necesario.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ni hablar, esa es la culpa más terrible. Seguramente la más difícil de dominar. Y sin embargo, debemos aprender a dominarla.
      Gracias por tu comentario.

      Eliminar